No recordaba cuando
empezó a
criar
raíces, ni cuando broto su primera hoja, pero
ahí estaba convertido en
árbol casi por completo. Sus sentidos ya no estaban despiertos, cosas como el tacto y el sabor ya no le interesaban, sus
únicos sabores eran el de la tierra seca, o el de la tierra mojada, las sensaciones de su antigua piel, se
habían convertido en cosquilleos sobre su acartonada corteza. De su olfato y oido no quedaba nada, al igual que su
visión, a diferencia de que esta la
hechaba verdaderamente de menos, su vida se
había convertido en una
estúpida persecución del sol, al que ya, no era capaz de ver.
Se preguntaba a todas horas porque
empezó la metamorfosis, porque no
movió uno de sus añorados dedos por evitarla, porque se acomodo de tal manera.
Mientras se torturaba
dándole vueltas a una respuesta que ya sabia, se dedicaba a pasar el tiempo
haciendo la
fotosíntesis.